Parece haber cierta naturalidad en la relación entre periodismo y literatura en la modernidad, pero es bastante más compleja de lo que sospechamos.
En nuestros días cuando escuchamos la palabra “literatura” estamos bajo el influjo de varios conceptos, que cooperan en nuestra comprensión del término, que nunca observamos o cuestionamos con algún detenimiento.
Si de género se trata…
A partir del Romanticismo, cambia el concepto de literatura. La práctica literaria en la modernidad, se autonomiza: la función de la literatura es una función específicamente literaria; solo importa que sea literatura. Para condenar o exaltar un texto literario, como tal solo vale presentar argumentaciones específicamente literarias.
En la modernidad las distintas prácticas sociales se vuelven autónomas. La educación, la justicia, la cultura, etc., son prácticas que deben autofundamentarse. Los criterios para validar las prácticas de cada esfera son específicos de esta.
Entonces la educación, la justicia y cultura se ubican cada una en sus propias esferas de acción. Pero comparten, todas las prácticas sociales, el uso de la palabra.
Al pertenecer a la misma esfera habrá un vocabulario en común. Esos miles de enunciados compartibles entre si, forman un genero discursivo. Así, habrá tantos géneros discursivos como practicas sociales.
Aplicado esto al campo de la literatura, entonces habrá una esfera literaria, que produce uno o varios géneros, todos ellos más o menos autónomos. Cada género tiene sus propias leyes. Por eso la literatura le permite a sus textos un uso muy libre de la imaginación.
Y el periodismo genera enunciados tales como: entrevistas, crónicas, etc.; su esfera de acción reside en los medios masivos.
Entonces, ¿Por qué un escritor produce enunciados que no se corresponden con los géneros de su praxis?
En la modernidad cada uno vive de su profesión y el escritor pasara, tristemente a ser un opaco profesional. El escritor que pretende vivir de sus letras deberá esforzarse por ejemplo haciendo periodismo. Se trata de una función cultural clave de la modernidad: la toma de la palabra intelectual como modo de intervención cívica.
En lo formal no hay rasgos distintivos que sirvan para diferenciar un artículo periodístico “estándar” de otro escrito por un avezado hombre de letras.
Si de periodistas de trata…
El lado del periodismo ¿de que habla el? Generalmente de todo, precisamente de la actualidad.
La modernidad nos exige estar informados de lo nuevo. Lo actual presenta características propias que atañen a nuestra experiencia poco comparable a otras pasadas. En este culto el periodismo halla una de sus razones de ser.
Una de las funciones que permite establecer características distintivas en los múltiples géneros periodísticos es la de informar, lo que ocurre todos los días, en nuestra civilización y adquiere cada día ribetes y matices nuevos. Los géneros periodísticos son más o menos informativos y narrativos. Solo que narra lo que sucede realmente en nuestra sociedad.
De aquí la necesidad de establecer algunas semejanzas y diferencias. Algunos escritores toman referentes de lo que ya los periodistas han dado cuenta. La función de su colaboración suele ser argumentativa o narrativa.
Los escritores no ven tan urgido como el periodista, que tubo que redactar la noticia de lo que ocurrió hoy, este ya escribió “lo que había que escribir”. Y el escritor contara otras cosas desde otro ángulo, tampoco puede salirse del todo de una de las condiciones más resistentes de la escritura periodística en la modernidad.
El periodista hace con sus escritos algo un tanto más complicado que contar la realidad con la verdad. Propone que el periodismo vuelva a darle al lector lo que la literatura ya no parece poder otorgarle. El periodista podrá escribir sus notas tomando todas las libertades formales que la literatura le ha enseñado. No ven porque haya que establecer ninguna rígida oposición entre “contar la verdad” y emplear una escritura aventurera, libre y creadora.
El periodismo toma cosas de la literatura que luego ella tomara a su vez del periodismo, felizmente obcecados ambos en derribar paredes que limitaban sus respectivos territorios.
Cada vez más lejos de la torre de marfil
¿Por qué los escritores intervienen cada tanto para opinar? Es que la democracia es por excelencia el sistema político de la modernidad y genera una clase que es específica de ella: la de los intelectuales; quienes están autorizados por la opinión pública para que sus opiniones pesen en los conflictos más enredados y los debates más suculentos. No hay democracia sin conflictos ni debates. El intelectual es quien cumple su deber haciendo sonar su palabra.
En la actualidad el intelectual disputa su territorio con otras figuras autorizadas por los medios masivos a participar en el debate.
Parece que si hay periodismo al que los escritores decididamente concurren es porque la democracia no deja de incitar esos pronunciamientos: falencias e imperfecciones demuestran que nunca queda todo dicho. Y así se van formando discursos que no son meras palabras sino intervenciones de los ciudadanos buscando entender y defender su lugar en el mundo que les ha tocado vivir.
En nuestros días cuando escuchamos la palabra “literatura” estamos bajo el influjo de varios conceptos, que cooperan en nuestra comprensión del término, que nunca observamos o cuestionamos con algún detenimiento.
Si de género se trata…
A partir del Romanticismo, cambia el concepto de literatura. La práctica literaria en la modernidad, se autonomiza: la función de la literatura es una función específicamente literaria; solo importa que sea literatura. Para condenar o exaltar un texto literario, como tal solo vale presentar argumentaciones específicamente literarias.
En la modernidad las distintas prácticas sociales se vuelven autónomas. La educación, la justicia, la cultura, etc., son prácticas que deben autofundamentarse. Los criterios para validar las prácticas de cada esfera son específicos de esta.
Entonces la educación, la justicia y cultura se ubican cada una en sus propias esferas de acción. Pero comparten, todas las prácticas sociales, el uso de la palabra.
Al pertenecer a la misma esfera habrá un vocabulario en común. Esos miles de enunciados compartibles entre si, forman un genero discursivo. Así, habrá tantos géneros discursivos como practicas sociales.
Aplicado esto al campo de la literatura, entonces habrá una esfera literaria, que produce uno o varios géneros, todos ellos más o menos autónomos. Cada género tiene sus propias leyes. Por eso la literatura le permite a sus textos un uso muy libre de la imaginación.
Y el periodismo genera enunciados tales como: entrevistas, crónicas, etc.; su esfera de acción reside en los medios masivos.
Entonces, ¿Por qué un escritor produce enunciados que no se corresponden con los géneros de su praxis?
En la modernidad cada uno vive de su profesión y el escritor pasara, tristemente a ser un opaco profesional. El escritor que pretende vivir de sus letras deberá esforzarse por ejemplo haciendo periodismo. Se trata de una función cultural clave de la modernidad: la toma de la palabra intelectual como modo de intervención cívica.
En lo formal no hay rasgos distintivos que sirvan para diferenciar un artículo periodístico “estándar” de otro escrito por un avezado hombre de letras.
Si de periodistas de trata…
El lado del periodismo ¿de que habla el? Generalmente de todo, precisamente de la actualidad.
La modernidad nos exige estar informados de lo nuevo. Lo actual presenta características propias que atañen a nuestra experiencia poco comparable a otras pasadas. En este culto el periodismo halla una de sus razones de ser.
Una de las funciones que permite establecer características distintivas en los múltiples géneros periodísticos es la de informar, lo que ocurre todos los días, en nuestra civilización y adquiere cada día ribetes y matices nuevos. Los géneros periodísticos son más o menos informativos y narrativos. Solo que narra lo que sucede realmente en nuestra sociedad.
De aquí la necesidad de establecer algunas semejanzas y diferencias. Algunos escritores toman referentes de lo que ya los periodistas han dado cuenta. La función de su colaboración suele ser argumentativa o narrativa.
Los escritores no ven tan urgido como el periodista, que tubo que redactar la noticia de lo que ocurrió hoy, este ya escribió “lo que había que escribir”. Y el escritor contara otras cosas desde otro ángulo, tampoco puede salirse del todo de una de las condiciones más resistentes de la escritura periodística en la modernidad.
El periodista hace con sus escritos algo un tanto más complicado que contar la realidad con la verdad. Propone que el periodismo vuelva a darle al lector lo que la literatura ya no parece poder otorgarle. El periodista podrá escribir sus notas tomando todas las libertades formales que la literatura le ha enseñado. No ven porque haya que establecer ninguna rígida oposición entre “contar la verdad” y emplear una escritura aventurera, libre y creadora.
El periodismo toma cosas de la literatura que luego ella tomara a su vez del periodismo, felizmente obcecados ambos en derribar paredes que limitaban sus respectivos territorios.
Cada vez más lejos de la torre de marfil
¿Por qué los escritores intervienen cada tanto para opinar? Es que la democracia es por excelencia el sistema político de la modernidad y genera una clase que es específica de ella: la de los intelectuales; quienes están autorizados por la opinión pública para que sus opiniones pesen en los conflictos más enredados y los debates más suculentos. No hay democracia sin conflictos ni debates. El intelectual es quien cumple su deber haciendo sonar su palabra.
En la actualidad el intelectual disputa su territorio con otras figuras autorizadas por los medios masivos a participar en el debate.
Parece que si hay periodismo al que los escritores decididamente concurren es porque la democracia no deja de incitar esos pronunciamientos: falencias e imperfecciones demuestran que nunca queda todo dicho. Y así se van formando discursos que no son meras palabras sino intervenciones de los ciudadanos buscando entender y defender su lugar en el mundo que les ha tocado vivir.